Descubre cómo
vivir 120 años
El valle de Hunza parece un pequeño paraíso escondido entre la inmensidad
del Himalaya. Gigantes montañas nevadas le sirven de muro, y ríos con bravos
raudales bajan de lo alto con agua tan helada que apenas parece que esté
descongelada.
El terreno es en partes árido, y en otras de verde vivo. El mundo de Hunza
se alza sobre los 2.400 metros de altitud. Está en el nororiente de Pakistán,
algo cerca de China y en tierras que se inscriben en Cachemira.
Llegar al valle de Hunza es una azarosa travesía. La población más cercana
con un aeropuerto está a más de 12 horas en auto y la carretera no es todo el
año transitable. La trocha, en invierno, es peligrosa por las inminentes
avalanchas de nieve arrastran todo a su paso hacia temerosos abismos.
En las mejores épocas del año, los caminos hacia Hunza se llenan de
frutales de albaricoque que adquieren un color naranja con otros tonos
amarillos. En la meseta se ven numerosos colores de pastos y el aire limpio
recorre un silencioso jardín en el que se puede cultivar cebada, trigo,
almendra, hortalizas, coles, manzanas y cerezas.
En ese pequeño e inhóspito reino vive el pueblo Hunza y sus hermanos
Kalash. Son una tribu nativa, de al menos 40 mil habitantes, que sorprende al
mundo por su altísima calidad de vida, la carencia de enfermedades en sus
pobladores y una longevidad que puede llevar a muchos de los lugareños a vivir
hasta 120 años.
Ancianos y niños tienen una vida con suficiencia activa. A los pequeños se
les ve jugando y aprendiendo las tradiciones culturales, y a los mayores
cargando pesados bultos de las cosechas con las que se abastecerán en
estaciones más frías.
Mujeres de más de 50 años parecen recién haber llegado a la madurez y
cuando tienen 60 años aún están en capacidad de dar a luz.
El valle de Hunza es un lugar de ensueño para una
larga vida.
Los hombres alardean de ser sexualmente activos después de los 70, y
ostentan sus cuidadas sonrisas después de los 100 porque no están postrados en
una cama, sino que siguen en las granjas en tareas de pastoreo o agricultura.
El alejado mundo de los Hunza
Su apariencia dista de la del resto de pakistaníes, chinos, indios o
afganos. Tienen rasgos físicos europeos, como caucásicos.
Dicen algunos relatos históricos que los Hunza serían descendencia directa
las tropas de Alejandro Magno, y quizá algunos llevarían los genes del rey de
Macedonia.
Los griegos, y en especial las campañas de Alejandro Magno, atravesaron el
valle de Hunza hace más de 2.300 años siguiendo la famosa Ruta de la Seda. Es
probable que hayan dejado una herencia en tremendo paraíso, con personas que
encontraron los secretos de una vida próspera, tranquila y sana.
Los Hunza hablan Burushaski, una lengua nativa que se transmite por
tradición y solo es empleada por quienes habitan en el valle, y su religión es
el Ismael ismo, una corriente del Islam chií.
Las mujeres se dedican a la alimentación familiar y el
racionamiento de las comidas. Son las que secan las frutas y las conservan para
el inverno.
Lo curioso es que a pesar de ser musulmanes, su tradición es bastante
liberal. Si bien su doctrina entiende que el Corán es una alegoría de un
mensaje oculto, que aunque sea descifrado tiene siete niveles más de mensajes
ocultos hasta llegar a la verdad suprema, también se desentienden de las
ortodoxas normas que –por ejemplo- exigen a las mujeres usen un velo que les
cubra el rostro; para el pueblo Hunza, el género femenino es tan igual como el
masculino.
Aunque los matrimonios son acordados por los padres de la pareja, si los
recién casados experimentan una incompatibilidad en su convivencia pueden
separarse. Además, la mujer casada puede decidir frecuentar la casa de su
familia y vivir en ella el tiempo que considere prudente, si existe algún
inconveniente con su esposo.
Finalmente son reconocidos como una población ejemplo en alfabetización.
Claro que los niños del pueblo Hunza reciben educación tradicional, pero
también se les enseñan lenguas como el urdu y el hindi. El 95% de la comunidad
sabe leer y escribir.
El secreto de la eterna juventud
Antropólogos, etnógrafos, médicos y curiosos se han aventurado a viajar al
valle de Hunza, bajo la promesa de conocer los secretos de una vida prolongada
y saludable.
Lo que han encontrado quienes visitan el pueblo, es que nadie tiene una
vida sedentaria sino más bien activa. Su alimentación es rica en calorías pero
baja en proteínas y tienen una cotidianidad sin estrés ni tensiones.
Hay en el mundo otros ejemplos de pueblos con altos índices de longevidad,
como los Abkhazia en el Cáucaso y los Ikaria en el mediterráneo. Las
dietas en todos estos lugares son ricas en vegetales, frutos y un nivel de
colesterol del 50% menos que en el promedio global.
En el libro de John Clark llamado ‘Lost Kingdom of the Himalayas’ (Reinos
perdidos de los Himalayas), el investigados describe que los Hunza solían basar
sus comidas en cebada, trigo, nabos, zanahorias, fríjoles secos, guisantes,
calabazas, melones, cebollas, ajos, coles, coliflores, albaricoques, moras,
nueces, almendras, manzanas, ciruelas, melocotones, cerezas, peras y granadas.
Acostumbran a comer en verano frutas, verduras crudas y leche, mientras que
en invierno el alimento cotidiano son albaricoques secos con granos cocidos y
queso de oveja. Casi nunca consumen carne y, cuando lo hacen, prefieren el
pescado.
Las semillas de los albaricoques son procesadas para obtener aceite, que en
tiempos de frío también es usado para obtener calorías.
Los Hunza también tienen un licor obtenido de frutas y les sirve para sus
fiestas y los tiempos de frío.
Proceso de secado de frutas para el invierno.
Los líderes religiosos practican rituales con el humo de la ruda
siria para llegar a estados de trance y profunda reflexión. También es
impactante conocer de sus tradicionales baños en el agua helada pero cristalina
que viene desde las montañas, lo que para muchos tersa su piel y les da
apariencia de juventud.
Los investigadores que han visitado el terreno confiesan que no es tan
cierto que los Hunza sean inmunes a las enfermedades; las han padecido, pero un
adecuado manejo de medicamentos con plantas y cuidados naturales les permite
sobrellevar las decaídas.
También se cree que las aguas de los ríos que vienen del Himalaya, con
líquido originado directamente en los picos nevados y ricos en minerales,
podrían ayudar a la envidiable salud y longevidad de los lugareños.
El zoólogo y expedicionario marroquí Jordi Magraner, que estuvo 9 años
conviviendo con pueblos del norte de Pakistán, describió al término de su viaje
los que creyó él que eran los secretos de la larga y buena vida de los Kalash y
Hunza: “ (La clave son) los elementos fundamentales que nos deberían definir
como seres humanos: la camaradería, el amor por la diversión, la música, el
baile y la cultura; proteger a los pobres, al medio ambiente; alejarse de las
tensiones, ser felices y vivir el amor en general”.